En la segunda semana de octubre, los
alemanes se apoderaron de algunas islas rusas en el Golfo de Riga.
Inmediatamente corrieron rumores de que esta operación naval sólo era un
anticipo de un ataque sobre Petrogrado. Kérensky, siguiendo el consejo de sus
asesores militares, pensó en la posibilidad de trasladar la capital a Moscú
pero no pudo llevar a cabo tal medida ante la oposición socialista en el
soviet, que le acusaba de abandonar la ciudad al enemigo. El 9 de octubre, los
mencheviques del Soviet de Petrogrado propusieron la formación de un Comité de Defensa
Revolucionaria que pudiera proteger la ciudad. Los bolcheviques aprovecharon la
ocasión y lograron incluso que el Comité ejecutivo del soviet se transformara en un
comité militar revolucionario. Por una paradoja de la historia, habían
sido sus adversarios de décadas los que habían puesto en sus manos a la única
fuerza que podía resistirles proporcionándoles además la pantalla que
permitiría enmascarar lo que era un golpe de un solo partido como una acción
global de las fuerzas obreras.
Con todo, a aquellas alturas sólo los muy
necios o los muy cándidos podían negarse a ver que Lenin estaba preparando un golpe. Algunos
mencheviques y eseristas iniciaron conversaciones con los bolcheviques con la
intención de disuadirlos de dar ese paso aún a costa de asumir buena parte de
su programa. Por su parte, Kérensky decidió no actuar esperando que los
bolcheviques se alzaran para poder suprimirlos con facilidad y de una manera
definitiva. Tanto los socialistas como el Gobierno iban a comprobar en breve lo
erróneo de sus posturas. Empleando el argumento —radicalmente falso como confesaría Trotsky— de que la guarnición
de Petrogrado iba a ser enviada al frente y de que la ciudad tenía que ser protegida
de la contrarrevolución, el comité militar revolucionario intentó asegurarse el
apoyo de la tropa. Para consolidar esa posición, Lenin incluso cursó órdenes a
los marineros bolcheviques del acorazado Avrora para que difundieran la
noticia, también falsa, de que la contrarrevolución había desencadenado
una ofensiva. En el curso de la noche del 21 al 22 de octubre, el comité militar
revolucionario había comenzado a lograr que las tropas quedaran separadas de
sus mandos naturales y aceptaran sólo sus órdenes.
La respuesta gubernamental fue lenta y, sin
duda, eso disminuyó su eficacia. El 24 de octubre, Kérensky ordenó a las tropas
leales que ocuparan los puntos estratégicos de la ciudad. Al mismo tiempo,
proclamó el estado de sitio en Petrogrado. Más titubeante fue en lo que se
refería al arresto del comité. Tras ordenarlo, revocó la orden posiblemente por temor a dar
pábulo a las calumnias que lo acusaban de desear instaurar una dictadura
personal. Lo que Kérensky desconocía era que las únicas fuerzas de las que
podía fiarse poco más podían hacer que proteger algunos edificios. Durante aquella misma
noche, las tropas, convencidas de que estaban combatiendo a la reacción, y la
Guardia Roja formada por obreros industriales entraron en acción. Por la mañana,
casi sin derramamiento de sangre tenían bajo su control todos los puntos
estratégicos de la ciudad. En el caso del palacio Mijailovsky bastó simplemente
con que las fuerzas bolcheviques sustituyeran a los soldados que hacían guardia
como si se tratara de un simple relevo. Nada hubo, por lo tanto, de masas
enfervorizadas que tomaban, bajo la dirección de Lenin, los edificios
principales de la ciudad. En todo caso, lo que se produjo fue un golpe que, por
la propia debilidad de las instituciones nacidas de la revolución de octubre,
fue casi incruento.
El único edificio que no pasó de manera
inmediata a manos de los golpistas fue el Palacio de invierno. La película
Oktyabr de Eisenstein ha contribuido a crear toda una mitología del asalto
bolchevique a este símbolo de la autocracia, primero, y de la burguesía, después. El icono se ha mantenido desde entonces
y es lógico que así resultara porque contribuía a
consolidar el tópico de una revolución popular no creada por Lenin sino, si
acaso, advertida y encauzada. La realidad histórica fue totalmente diferente.
El palacio, defendido por un batallón de mujeres, un pelotón de inválidos
de guerra, algunos ciclistas y unos cuantos cadetes nunca fue tomado al asalto.
De hecho, se hicieron algunos intentos en este sentido pero siempre concluyeron
con la retirada de los atacantes. Finalmente, las mujeres, los ciclistas y los
inválidos abandonaron el palacio, ya que se corrió la voz de que Kérensky había
huido de la ciudad. Cuando el edificio quedó vacío, los atacantes penetraron en
él a través de las ventanas abiertas y de las puertas de servicio. No
encontraron resistencia porque los cadetes recibieron de los ministros allí
reunidos la orden de no derramar sangre. Con la entrega pacífica de los
ministros, el golpe pudo darse por concluido. Para la mayor parte de la
población se había tratado sólo de una crisis gubernamental más.
Todo hacía pensar a los bolcheviques que el
proceso estaba cerrado y que el II Congreso de los soviets —cuyas reuniones debían
iniciarse en la noche del 25 al 26 de octubre— se inclinaría ante los hechos consumados. No
fue así siquiera porque un número considerable de los delegados no estaba
dispuesto a permitir que los bolcheviques implantaran una dictadura. La
totalidad de los mencheviques y el ala moderada de los eseristas leyeron una
resolución en la que expresaban su repulsa más absoluta contra el golpe
bolchevique y a continuación abandonaron la sala. Trotsky aprovechó entonces
para oponerse a una propuesta de Mártov favorable a la formación de una
comisión que estudiara la posibilidad de crear un gobierno constituido sólo por
socialistas de las distintas tendencias.
Mientras los mencheviques, los eseristas
moderados, algunas organizaciones campesinas, algunos sindicatos y algunos
miembros del Consejo de la República formaban un comité cuya finalidad era
salvar al país y a la revolución y oponerse al golpe de los bolcheviques, éstos se disponían
a iniciar la articulación de su dictadura. Se creó así un gobierno que recibió
el nombre de Consejo de Comisarios del Pueblo. Formado exclusivamente por
bolcheviques y presidido por Lenin, su carácter inestable y minoritario iba
quedar bien pronto de manifiesto. Sin embargo, nada de ello importaba a Lenin.
Durante las semanas siguientes, articuló una dictadura que, según sus propias
palabras, aplicaría el "terror de masas" y se convertiría en el
primer estado totalitario de la Historia, causa de la guerra civil más cruenta
del siglo XX pero ésa ya es otra historia.
En cambio en la película de Disney se
estigmatiza a la Revolución
Rusa, manteniéndose que fue culpable una maldición,
no la necesidad del pueblo ante el totalitarismo zarista. Se afirma la bondad
de la familia del Zar, pasando así por alto las estadísticas históricas que
demuestran el sufrimiento al que sometían al pueblo ruso los gobiernos
zaristas.
La Gran Duquesa Anastasia Nikoláyevna de
Rusia, fue una de las hijas del zar Nicolás II de Rusia, que durante gran parte
del siglo XX se creyó pudo sobrevivir a la masacre de Ekaterinburgo, en la que
la Familia Imperial y cuatro sirvientes fueron asesinados. Sin embargo, en
2007, y en vista de los análisis
forenses de 7 cadáveres encontrados en una mina
cercana en 1991 y en ese mismo año, se concluyó que nadie sobrevivió a la matanza.
Éstos son algunos datos curiosos. Pienso que las dos películas refieren al
mismo periodo de tiempo pero con historias muy distintas a la vez la película
de octubre hace referencia a la revolución rusa y como ocurrió en cambio en la
película de Disney lo hacen todo un poco más infantil, respecto al lenguaje
visual claramente se ve que es mucho más real el de la película de octubre
respecto como ocurrió en la historia.
Raúl Rubio 4ºA
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